Extraño los amaneceres en los que nuestros cuerpos se volvían perfectos complementos. Respirabamos amor condimentado con tierra, polvo y otras hierbas. Deshechos, pero completos y sin ausencias. El sol y la luna fueron testigos, complices y amantes. Ahora, tan lejos pero tan cerca.
Intento respirar, sin ahogarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario