sábado, 12 de septiembre de 2009

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Y ella me miraba, tan hermosa, tan poco real. Como siempre.

Yo, escondiéndome entre las sombras me escapaba. Su cara de felicidad sin límites o quizás de asesina crónica, me fascinaba. Eran sus ojos suspicaces y tan atractivos los que lograban hipnotizarme. O, esa mirada profunda, hacia ningún lado, que me perseguía.

Y, enamorado como un ingenuo frené para contemplarla. Nadie podría darme un amor tan puro y sincero como el suyo.

Tomándome en sus brazos dejé que me llevara. Puede sentirla inmaculada y grandiosa, como Afrodita. El calor de su cuerpo junto al mío me embriagaba.




Ella, la locura, me hizo conocer su dulce sabor en otra realidad mucho más eterna y lejana.

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