viernes, 30 de julio de 2010

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Corro desesperadamente cuesta abajo. Tropiezo y vuelvo a levantarme con la ayuda de mi mano izquierda que sostiene mi peso al apoyarse en el piso.

Un tirón de sábana y me descubro entre sueños.

Pesan mis párpados y decido seguir su voluntad. Vuelvo sin rodeos a mi corrida maratónica, pero una pared me frena. Mi cara se deforma y ya no veo.

Una respiración entre cortada en mi nuca me arrastra a la realidad. Dura, cruel.

Vos estás ahí, parado, distraído. Mirándola a ella, enamorado.

Es en ese preciso momento en que bendigo mi ceguera.






happiness is a warm gun
happiness is a warm gun
when i hold you in my arms
and i feel my finger on your trigger
i know no one can do me no harm
because happiness is a warm gun
happiness is a warm gun, yes it is
happiness is a warm gun

miércoles, 14 de julio de 2010

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Fotografia de Josef Koudelka

“Menudos sueños los tuyos”, me dijo un día un viejo irónico en una plaza cuando yo tenía ocho años. Fue en la Martín Fierro o en la Peligrosa, mientras yo le contaba a mis abuelos cómo me gustaría volar, viajar y que todo lo que aparezca en los libros exista y pueda pasar.

Era la plaza Peligrosa, sí. Yo estaba ahí, jugando, trepando y colgándome con erradas acrobacias en esa jaula de metal que se erigía como un monstruo enorme, inalcanzable y, sobre todo, peligroso (como el nombre con el que mi abuela decidió bautizarla). Ya cansada, me había tirado en el pasto con mis abuelos, y ese viejo de mierda me dijo eso. Ilusa yo, creí que le iba a poder demostrar algún día qué tan errado estaba. Iba a ir a buscarlo cuando creciera y mis sueños sean pura realidad. Pensaba gritarle en la cara que su problema fue hacerse adulto. Él, sólo iba a poder mirarme, bajar rápidamente la vista y disculparse.

“Menudos sueños los tuyos”, frase que hoy me repica como un candombe. El viejo negativo hoy debe de estar muerto, una lástima. Se pierde el gran espectáculo de la pendejita con sueños alocados que nunca fue capaz de asumirlos como imposibles.

Menudos sueños los tuyos, andreita. Semejante pelotuda de veinticuatro años. ¿Qué se le va a hacer?

lunes, 5 de julio de 2010

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Fotografía de Eugene Richards


Me alteran los gritos innecesarios y los comentarios por atrás. Me tienen harta los derechosos y los progresistas, los que critican a Maradona por cualquier cosa, los que leen Clarín y La Nación. Los que dicen giladas, los barderos y los desubicados.

No tolero que la escuela en la que trabajo se llame Julio Argentino Roca, y que esté llena de estatuas con su cara. Odio los estatutos, los reglamentos y los parciales. Rendir y corregir. Los docentes y los no docentes. La mala onda generalizada. La naturalización de la pobreza. Las calorías. El frío y la lluvia.

Me molestan las miguitas de las galletitas cuando caen sobre los papeles. El ruido de mi computadora cuando se está por tildar. Las estudiantes de psicología. Que suene el teléfono cuando no espero llamados. Los mensajes de movistar. Los indiferentes. Los que piensan que se llevan el mundo por delante. Los que depositan todo en uno sin preguntar antes si hay ganas de ser ese vagón de carga. No poder viajar cuándo y a dónde quiero. No pegar una.

Vivir en el mundo es un dolor de ovarios constante.



Un bajón.