lunes, 5 de julio de 2010

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Fotografía de Eugene Richards


Me alteran los gritos innecesarios y los comentarios por atrás. Me tienen harta los derechosos y los progresistas, los que critican a Maradona por cualquier cosa, los que leen Clarín y La Nación. Los que dicen giladas, los barderos y los desubicados.

No tolero que la escuela en la que trabajo se llame Julio Argentino Roca, y que esté llena de estatuas con su cara. Odio los estatutos, los reglamentos y los parciales. Rendir y corregir. Los docentes y los no docentes. La mala onda generalizada. La naturalización de la pobreza. Las calorías. El frío y la lluvia.

Me molestan las miguitas de las galletitas cuando caen sobre los papeles. El ruido de mi computadora cuando se está por tildar. Las estudiantes de psicología. Que suene el teléfono cuando no espero llamados. Los mensajes de movistar. Los indiferentes. Los que piensan que se llevan el mundo por delante. Los que depositan todo en uno sin preguntar antes si hay ganas de ser ese vagón de carga. No poder viajar cuándo y a dónde quiero. No pegar una.

Vivir en el mundo es un dolor de ovarios constante.



Un bajón.

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