martes, 12 de octubre de 2010

...

Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa...

Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido,


cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí,
cómo escribía

cuando había
verduleros que venían de las quintas,

cuando tenía dos novias,
un lindo jopo,
dos pares de zapatos,


cuando no había televisión,

ese mundo a los pies, violento,
imbécil, abrumador,

esa novela canallesca escrita por un loco...




Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado,


buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas,

los plátanos del barrio,

asesinados,
tallados en el alma...



Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches de café

Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir,

revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Aristides querido,



a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja,
bajo vinos y versos interminables...




Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos indices,

las fotos,

el termómetro, los muertos y los vivos,

los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión...
Y no halló nada...



No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre ni a mi madre, ni a Marx, ni a Aristides, ni a Lenin,

ni al Principe Kropotkin,

ni al Uruguay ni a nadie.



Ni a los muertos Fernández más recientes...



A mi tampoco me encontró...



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